jueves, 10 de julio de 2008

Recreo Redondo

El Indio

Una vez más en lo que va de este año hubo fiesta redonda, una vez más salió al ruedo este hombre tan común en su aspecto como cualquier vecino, pero acostumbrado a ser seguido por no menos de treinta mil almas en el lugar que decida ponerse a cantar.
En esas extrañas situaciones en las que nos convoca este singular personaje de la fauna musical argentina, que hizo del bajo perfil y las maniobras esquivas a los flashes, toda una escuela que se repite en otros aplicados alumnos, por caso la renga, divididos, y siguen las firmas. Es allí en este o aquel lugar, el que fuere sin más propaganda que el propio entusiasmo por ser parte de su tribu, en dónde los expulsados y los incluidos se confunden en un mismo ritual.

¿Cómo hacer para explicar desde la era de las comunicaciones instantáneas este fenómeno que prescinde de los avisos, la difusión y demás saberes aplicados del marketing para convertir a algo en exitoso? Basta con el anuncio del Indio para que la cadena se repita con la velocidad del rayo. Y allá van en santa procesión, surcando rutas, sin más animo que el de escuchar esa voz lastimosa entonando el canto redondo.
La cita fue la ciudad de Tandil como otrora en el 97`cuando el fenómeno ricotero se había convertido en poco menos que Némesis del Pituca riojano.

Otra era la historia pero no tanto.
La misma tarde la de este sábado, en que miles y miles se preparaban para la fiesta de muchos en un hipódromo, sinónimo de timbas y apuestas, a esa misma hora empezaba otra ruleta pero en un lugar menos propicio, el Congreso de la Nación y sabido es por todos, a esas fiestas no entra cualquiera.
Tandil esperaba a los ricoteros con sus manos llenas de temores y prejuicios, anidados en malos recuerdos de la cita anterior y profusamente regados por la autoridad policial que les recomendaba a los lugareños no salir de sus casas, cuidar sus carteras y de ser posible no hablar con extraños.

Algunos comerciantes hicieron caso de la sabia palabra del comisario y se arrepintieron feo. 55 mil personas con la voracidad de termitas, invadieron locales, comercios, y todo aquel lugar en dónde se pudiese conseguir algo de comida y un trago para acompañar.
A falta de escasas horas para el recital, el stock de cervezas se había agotado en Tandil, lo que mereció el enérgico repudio de los representantes del escabio local, para quienes no hace falta la llegada de ningún indio o huinca para darle a la botella.

¿Cómo hacer para ser policía y explicar que tanta gente junta y con tan mala prensa, se dio cita en la ciudad y no hubo incidentes, nada que justificase los garrotes y los gases lacrimógenos debidamente lustrados para la ocasión? Deberán esperar pues, gases, balas y camiones hidrantes, aunque ya lo sabemos en nuestra Argentina no faltará oportunidad.
Desde todos los lugares asistieron a esto que es más que un recital, un puñado de canciones, y parlantes furiosos, tal vez esa sea la respuesta que necesitan aquellos ávidos por encontrar la respuesta al pie de la pregunta. ¿Por qué van tantos, porque recorren tantos kilómetros, porque después de Jijiji no piden otra, porque se van con la sensación de felicidad surcándoles el rostro, porque?

Hombres y mujeres, jóvenes y no tanto acudieron a la misa redonda, como antes y como siempre.
El clímax del festejo seguro que fue el momento de “Juguetes Perdidos” y prueba de ello es la cantidad de videos caseros de este pedacito de historia colgados en Youtube.
Todo se conjugó para hacer de esos escasos 5 minutos los más gloriosos de la noche, aquellos que quedan en la retina por mucho tiempo y que hacen que el tiempo transcurrido, el frío, la humedad, el hambre y la lejanía de casa se conviertan en los ingredientes que le dan el sabor necesario a este preciso instante.

Todo en su justa medida, la canción, las bengalas marginadas desde lo de Cromagnon, la bruma, el aire condensado por miles de cuerpos bailando en santo ritual y esa voz que le da continente, porque las canciones suenan distintas en la garganta del Indio, todo, todo hizo de este el mejor momento, y los buenos buenos momentos dicen nuestros abuelos siempren saben mejor cuando hay alguien con quien compartirlo.

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